top of page

Así me recibió (y reconoció) la calle

Vengo aquí a contar algunas confidencias que creo necesarias para analizar un caso de estudio. Hay temas que realmente me animan a reflexionar con la ilusión de generar un debate y escuchar otras voces. No es otra cosa que una conversación. No vengo con ninguna certeza, ni tampoco creo la encontremos aquí pero, seguramente será divertido y enriquecedor por lo interesante que resulta el sólo hecho de compartir experiencias e ideas.


A continuación, planeo contarles cómo un suceso totalmente inesperado ayudó a destrabar una antigua postergación para que finalmente pudiera dar "el gran primer paso" hacia la confección de un libro de fotografía. Cuento esto, un poco porque creo que lo veo interesante y otro poco, y te lo concedo, para que conozcas la existencia del libro... y lo compres un día, y con esto ya entablamos un vínculo entre quien escribe y lee lo más sano posible.



INESPERADO O ESPERADO EN SECRETO


ree

Confieso que esta foto no me parece extraordinaria, ni mucho menos pero, mi editor y curador, Alberto Natan, me preguntó llegando al final de una exhaustiva selección, ¿Qué fotos no querrías dejar afuera?

Entonces esta fue una de ellas.

Simboliza el modo en que fui recibido en el comienzo de un trabajo que postergué por mucho tiempo, entre tantas cosas, por miedo al posible rechazo de la gente.


Pero antes de que sucediera este encuentro mágico, tuvieron que pasar algunas cosas, mas bien diría varias o debería decir muchísimas. Podría remontarme 10 años en la historia pero, como dije antes, quiero una relación sana con mis lectorxs, así que es suficiente viajar tan sólo unos días antes del disparo.

En marzo de 2019, para el fin de semana largo de pascuas, acepté la invitación de mi amigo Leandro, al festejo de su cumpleaños, en Pinamar. Nunca había visitado y no creo que vuelva a hacerlo a menos que me vuelva a invitar mi amigo. Para quien no sepa de qué se trata este lugar, es una playa sobre la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, a unos 360 kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires, que se hizo muy popular en la década de los 90´s. Época en la que Argentina igualó su moneda con la del dólar y generó gente rica por el sólo hecho de vender cosas importadas y, al mismo tiempo creó universitarios devenidos en taxistas, que por supuesto no podían visitar esta exclusiva playa vacacional en verano y mucho menos construir un chalet a cuadras de la playa. Ni tampoco diez cuadras más allá. Es decir, no podía nada, digamos.


Aunque no estábamos en los noventas y yo no era taxista… (confieso que hice de Uber por unos meses en 2017), tampoco tenía un mango para ir, pero hice los esfuerzos para acudir a la cita especial y además fui acompañado de mi novia en ese momento. No voy a dar detalles sino más bien me voy a limitar a decir que trasladé el calvario del vínculo de pareja hasta el cumpleaños de mi amigo en Pinamar. Gran idea, casi tan buena como hacer Uber mientras que el gobierno de la ciudad lo consideraba una actividad ilegal.


La invitación era pasar 4 días en la casa de su familia que en aquel entonces o antes, la verdad no lo sé, han podido construir su chalet. Por cierto, era una muy bonita casa de veraneo, con bastante espacio y las comodidades justas para pasar un buen rato. Nada lujosa, austera pero cómoda y bien ubicada respecto de la playa, el bosque y por suerte algo alejada del centro de Pinamar.

Nos tocó la casita (O bungalow, le dicen) de atrás, una que suele estar en alquiler pero, justo estaba disponible para entonces. Estaba alejada de la casa grande, unos 20 metros, y esto permitía tener más intimidad. Situación ideal para desatar con total reserva nuestras encarnadas discusiones de pareja. Cada una de ellas era más álgida que la anterior hasta que, el último día llegamos a un punto tan tenso que nos dejó sin palabras por unos buenos minutos. Simplemente nos callamos masticando bronca y frustración por la encerrona en la que estábamos. De pronto, creí saber perfectamente lo que pasaba y le dije: El problema es que no salgo a hacer mis fotos. Estoy postergando eternamente salir a la calle a hacer mi obra. Tengo que salir a Rivadavia a hacer esas fotos.

Aunque pueda parecer de guión les juro que se pareció bastante a esto. Ella probablemente le encontró sentido sólo porque una semana antes pasó lo siguiente:



Foto blanco y negro de la muchedumbre en la avenida Rivadavia. Foto de Martín Casas perteneciente a su libro "Avenida Rivadavia"
Foto dentro del libro Avenida Rivadavia

Flashback a una semana atrás:


Íbamos por Rivadavia, desde el centro hacia el sur hasta nuestro departamento en Flores, en la moto que tenía en ese entonces, una Jawa 350 estilo chopera, Marca de origen checo pero, compuesta de partes chino-japonesas, algunas ensambladas en África y el resto en Argentina. No me acuerdo por qué veníamos por ahí, ni qué día de la semana era pero, deberían ser las seis de la tarde porque lo que sí recuerdo es que, vi a toda esa gente amontonada esperando el bondi con el sol de la tarde detrás de sus nucas, atravesando el polvo, el hollín o el humo de las tortas fritas. No sé cuál de todas las partículas pronunciaban esos aces de luz pero, me inclino más por la última variante de las tortas, aunque debía tener un toque de hollín porque al final eso debe estar en todas las cosas. No importa, cualquiera que fuere ayudaba crear un efecto poético que me hizo decir espontáneamente dentro de mi casco: Voy a sacar fotos de Rivadavia.






Estas fotos no entraron en el libro pero, describen lo que cuento en esta entrada de Blog.



De vuelta en aquella casita de atrás, en Pinamar. Relajamos un poco las cosas. Charlamos con tono conciliador y nos convenció la idea de que podría tratarse de mi postergación. De mi frustración por no hacer lo deseado y poner mi enojo, producto de mi frustración, en todo lo demás. También hay que decir que, el día previo, tuvimos una salida a caminar por el bosque en la que obviamente yo quería sublimar esta ebullición de deseos por hacer mi obra, mientras que ella obviamente quería compartir un simple paseo. Claramente estaba todo en el lugar equivocado a la hora equivocada.


Con un aire renovado y más distendido fuimos a la playa para sumarnos con el resto del grupo y de pronto estábamos charlando con una amiga de Leandro que, tenía una visión muy crítica y elaborada de casi toda expresión artística. Aunque era una asidua consumidora de toda forma de arte, cada una de estas piezas era objeto de un análisis rigurosamente crítico, completamente refinado y bien argumentado, plagado de buenas razones para demostrar que era una obra insuficiente, pretenciosa, incompleta, vulgar, superficial e innecesaria. Todas ellas juntas en varios casos. Bueno, estoy exagerando pero, se sentía así y ayuda al relato. En un momento dado esta persona me preguntó: Qué estaba haciendo como fotógrafo. No pude evitar pensar que lo preguntó porque estaba segura de que la respuesta sería vaga y esquiva, porque tenía mucha razón en intuir que, no tenía nada. Pero eso hubiese pasado tan sólo unas horas antes. Ahora sí, en el lugar justo y en el momento justo, dije


Estoy preparando un trabajo de fotografía de calle. Voy a recorrer la avenida Rivadavia de punta a punta.
Lo dije con la seguridad de quien se disponía a comenzar ese mismo lunes. Así que ese mismo Lunes fui a Plaza Miserere.

La tarde del 14 de Marzo de 2019, fui al barrio de Once con todos mis miedos y mi cámara Nikon D610 con un lente 85mm nikor (mi preferido). Los miedos preferidos eran los típicos: Y si me roban, y si se ofenden, y si es una idea tonta, y cómo la sostengo… bla bla bla. Fingí sordera ante mis propios boicots y así, en una discusión esquizofrénica dentro de mi mente, llegué hasta la plaza.


Tenía algo bien claro, el proyecto no era documental. No quería hablar de la Avenida en sí, ni su historia, ni nada por el estilo. La avenida era simplemente una excusa, un vehículo para lanzarme y probar si estaba listo para hacer esto, tanto allí, como en cualquier otra parte.

También sabía que quería Blanco y negro y que saldría los días despejados. Quería la luz dura del sol para generar fuertes contrastes y en algunos casos recortes con las sombras.




EL ENCUENTRO


Ocurrió tan naturalmente que al tener que escribirlo en este blog siento que tendría que dar constancia con evidencias empíricas para probar que no fue fantasía literaria. Tomé la cámara, medí la exposición, tomé algunas fotos para probar y enseguida vi a estos hombres sentados tomando una cerveza. Tímidamente, mejor dicho, toscamente me preparaba para tomarles una foto a la distancia como otra forma de ir calentando para tomar ritmo y entonces este buen hombre descubrió mis evidentes intenciones. La verdad que no sé, supongo que habrá percibido en mi cierta ingenuidad y buena intención, entonces no lo tomó como un acto invasivo como hubiese creído. Al contrario, me invitó a sentarme. Él y su compañero me hicieron las típicas preguntas que se le hacen a los fotógrafos a las cuales respondí amablemente. Me ofreció cerveza y para no ser descortés acepté a medias con el argumento de que recién comenzaba con mi tarea y pretendía estar bastante tiempo. Estuve un rato con ellos y en el medio de todo esto fui disparando bajo su consentimiento.


ree

Al salir de allí tuve una sensación de sorpresa y alegría que me sirvieron para tener una jornada de muy buenos disparos. Insólitamente en el libro terminaron quedando varias fotos de esa jornada, convirtiéndola en uno de los días que más fotos conseguí para el libro de todas las salidas que hice a lo largo del proyecto.



Todas estas fotos entraron en el libro, lo cual es extraño porque nunca más volví a producir tanto en el resto de las salidas.




ree
"Confluye". 2019 - De los paseos en el bosque de Pinamar.

LA BÚSQUEDA DEL RECONOCIMIENTO

Últimamente me estoy cruzando con este asunto. Tal vez porque me encuentro abocado a la tarea de investigar la vida y obra de autores y autoras de la fotografía para mis vídeos de YouTube y para las clases del taller de Foto Expresiva.

Mis alumnos y alumnas saltan con afán para abrazar el tema y desplegar sus frustraciones del caso. Cada persona con su entonación pero, cantando canciones muy parecidas. Entre lxs artistas encontramos infinidad de casos de rechazos rotundos para con sus obras que luego, pos mortem, son reconocidas.

Hay historias de mucho dolor y de hambre y hasta de muerte pero, por suerte también hay varios casos que demuestran que este tema es posible de superar y que en varios casos es tan solo hacer el clic. Es personal, cada caso lo suyo pero, dado que me la paso investigando y, escuchando las voces del alumnado, sumado a mi propia experiencia, puedo animarme a esbozar algunas ideas con el fin de brindar un aporte. O por lo menos dar inicio a una conversación sobre el tema. Porque realmente no quiero bajar línea ni sonar a consejos de Autoayuda, de hecho, si tuviera que animarme a dar un consejo sería que nos relacionemos, que charlemos en grupo, que nos encontremos a hablar del tema, porque a veces no se puede a solas.


CRISIS, NO ES ESTAR EN BLANCO


La crisis es parte del proceso. Hay que atravesarla, no se puede evitar, no se puede tomar un atajo. Al principio podríamos creer que sí, pero la encontrás a la vuelta de la esquina. Es una guacha. Se me ocurre que la postergación podría ser una de las tantas formas de atajo que intentamos respecto de la crisis. Dejamos para más tarde aquello que tenemos dentro y hoy no podemos afrontar. Pero está ahí, suena a deuda aunque, nadie nos prestó nada pero, sentimos que hay algo que no estamos haciendo.


Para hablar más concretamente, la postergación de un proyecto puede estar dada por diversos asuntos. No tengo el dinero, no tengo el tiempo, no tenga la cámara, no tengo nada, etcétera. Generalmente nos faltan cosas, recursos. Este punto tiene una resolución simple: mi proyecto en este momento no se puede hacer. Resuelto. Entonces salimos a buscar el que sí se puede hacer ahora mismo. Entonces aparece un nuevo problema.

Ya no se trata de postergación de un proyecto, se trata de identificar la falta de recursos para ese proyecto específico. ¿Se pueden conseguir? Pongamos que no.

Muy bien, entonces hay que ir a las fuentes.

¿Qué quiero decir? ¿Qué quiero expresar? Para no abrir tanto el espectro lo reduzco al campo de la fotografía.

Quiero hacer un libro, una serie, hablar de un tema social, o simplemente hacer fotos al paso para que algún día las junte y genere sentido. O quiero hacer retratos en un estudio para hablar de la angustia existencial que vivimos y qué se yo. Lo que sea que quiera, tengo que identificarlo y ver qué paso tengo que dar para que, en algún momento, quién sabe cuándo, se de. Mientras habrá mucho por aprender.

De no poder identificarlo entonces habría que preguntarse si lo que estoy pensando hacer y postergo era genuino. Quiero decir, ser riguroso conmigo mismo es un buen síntoma para poder darme una chance al final de todo. Si entonces tengo algo de lo que quiero hablar o expresar, entonces agarro un lápiz y un papel y lo escribo. Si resulta que no hay nada, entonces es momento para seguir sumando conocimientos, seguir conociendo gente y escuchar a quienes ya pasaron por esto. No es para nada un problema.

Ahora pongamos el caso de que sí tengo algunos de los recursos, tengo los conocimientos necesarios, tengo algo de tiempo, algo de dinero pero, resulta que así y todo no ejecuto las ideas. Pongamos que estas no están tan claras como para ponerlas por escrito o simplemente no soy bueno para eso. Entonces será cuestión de probar y errar.


ANSIEDAD


No salir a probar y errar viene de la mano de "terminar antes de empezar", crear una imagen falsa de toda falsedad de la cosa en sí misma sin ningún defecto, en su forma ideal y perfecta. Pensar incluso en las consecuencias positivas y negativas que devendrán de la obra consumada. ¿Qué dirá tal? ¿Qué pensará fulano? ¿Qué ira a decir la gente?: O ¿Qué sorpresa se llevará ella? ¿Qué iré a decir en las notas en la radio? ¿Qué voy a hacer con mi primer cheque o mi primer Oscar?

La imaginación puesta allí es magnífica, super creativa y capaz de viajar al futuro tanto que, hasta nos anuncia la forma que moriremos por culpa de nuestra fama.

Por favor vean “El Rey de la comedia” de Martín Scorsese con la tremenda actuación de Robert de Niro, interpretando a un comediante de Stand up buscando su reconocimiento.


El reconocimiento, sí es que existe, será algo que llega y no necesariamente al final. Porque otro grave error es pensar que es el final de la cosa. La culminación de la obra. Listo, todo el mundo la reconoce, la terminé, me consagré. Y no. Incluso a veces llega y no pasa nada con eso, se lo lleva el viento, y no un tifón, tan solo alcanza con una brisa espasmódica.


Otra opción es que pruebe y erre… y ya. Listo, no sirve. Es una variante un poco más osada que la anterior pero no varía demasiado en el desenlace: El abandono de la obra.

Lo que realmente me resulta interesante es preguntarme quién es el primero en no reconoce mi trabajo y creo que es obvia la respuesta. Es evidente que tengo que tener un grado suficiente de seguridad en mí para que pueda reconocer mis propias virtudes. Creo que también es necesario aprender a reconocer mis defectos y concebirlos como algo a transformar y no algo estable y perpetuo. Ayuda mucho para todo esto una disciplina milenaria: Estudiar.


¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?


Vuelvo a la pregunta inquisidora en la playa de Pinamar, el último lugar dónde creí que me pudiera pasar algo tan productivo para mi obra. ¿Qué estás haciendo con la fotografía? ¡Qué gran pregunta!

No me preguntó por algo en concreto, no me pidió resultados. No me pidió mi Instagram o mi web. Eso hubiese sido fatal. Hubiese tenido que invitarla a ver un cúmulo desorganizado de fotos totalmente desconectadas. Algo parecido a un tour turístico con algo más de onda.

No me preguntó: ¿Qué hiciste? ¿Qué ganaste?

Además de que el contexto era totalmente inesperado, esta persona, con su carácter de persona “Random” me descolocó. No fue un gran maestro, y miren que tuve varios. Por eso digo que hay salir hablar con la otredad, aun cuando creamos que estamos desperdiciando saliva o escuchando puro ruido. No aislarse es fundamental.

El asunto es que esta persona puso su dedo en la llaga y me ayudó a concentrarme en lo que importa. No el resultado, sino en el proceso.

¿Qué estás haciendo? Nada pero, voy a hacer esto ahora mismo.

Es decir, voy a hacer lo que puedo con lo que tengo y después vemos. Hay una idea, sí. Hay metas, sí. Hay un plan para llegar alguna vez a un libro, sí. Listo. No hace falta más, ya es un montón. Ahora a vivir el proceso.


VIVIR EL PROCESO, NO DEL ARTE


Esto es un acto humano básico pero que cada vez más, está en peligro de extinción. Estamos entrando en una etapa en la que, me animo a pensar, que se recordará como la aniquilación definitiva del proceso de las cosas. O por lo menos de una buena proporción del trayecto para llegar a la cosa. Las mal llamadas AI (tema para otro día) o automatismos a una escala de velocidad inusitada para la optimización y efectividad de procesos de todo tipo, entre ellos el de la creación de imágenes o de ideas, sin duda serán un cambio de paradigma.

No importa el detalle de todo este asunto en este momento, sino más bien lo traigo a la fuerza para poner en contexto lo que siento y pienso sobre cuanto podría atentar nuestro entorno en la ya difícil lucha interna de la que hablo. Culturalmente le vamos a agregar, a lo que ya está en crisis (la falta de profundización) un upgrade descomunal que eliminará todo deseo de vivir la experiencia. Seguramente falten unos años, o meses. La verdad no lo sé pero la dirección pareciera esa. Ojalá me equivoque.


El caso es que arranco esta entrada contando tan solo una pequeña anécdota producto de enfrentarme al proceso de crear un libro de fotografía. Tengo muchas más y todas muy reveladoras y transformadoras para mí como persona. Ya no hablo de mi como artista o como fotógrafo, o docente. Hablo de lo que nos tiene que pasar en la vida a través de lo que hacemos. Entonces para no ramificar más con temas alternos, digo esto: Hay que prestar atención a disfrutar el proceso, cada vez más, hoy más que nunca.


Entonces, de esta manera, es más probable que no tenga que esforzarme por olvidarme del resultado, del reconocimiento. Pero ojo, vuelve cada vez que encuentra resquicio de duda y la recomendación siempre es la misma. Conectar con el paseo por la calle, el contacto con la gente. El vértigo que me da la idea de que me asalten, si claro, la vida tiene momentos de mierda. ¿Quiero estar totalmente exento de esos aprendizajes?

Cuando hago fotos en lugares naturales y llenos de aire fresco, lo que menos me importa es a quién carajo le gusta la foto


¡Claro! Alguien al fondo grita desesperado: ¿Y si a nadie le gusta?, ¿Quién va a pagar para que lo sigas haciendo? Genial. Entonces estamos ante personas que además de expresarse, quieren ganar dinero de eso. Bueno, menuda tarea. Muy complicada, por eso creo que hay saber separar las cosas. Porque de lo que estoy seguro es que, si me obsesiono con el reconocimiento y nunca arranco, jamás voy a generar dinero. Pero si destrabo este bloqueo, en algún momento habrá cosas para hacer y solucionar ese tema, como cualquier otro. Es otro, importante si quiero ganar dinero con mi producción pero, es uno más. Para quienes quieren hacer de su arte un trabajo remunerable tendrán que investigar cómo se hace, cómo se recorre ese camino, qué herramientas son necesarias y por ende tendrá que montar un negocio de esto, Eso es un proyecto en sí mismo, como cualquier proyecto comercial. Nada tiene que ver con el arte, como nada tiene que ver la tarea de cultivar por sí sola, con vender la cosecha. Puede que la tarea se vea afectada por el cometido de la venta, quizás haya que agradar a una audiencia más amplia para que rinda. Pueden pasar muchas cosas al respecto y esbozarlas acá, no es el tema de hoy. Lo que sí me atrevo a decir es que, “vivir del arte” es una frase hecha, y muy errada a mi entender. Desde el punto de vista que vivir no es equivalente a ganar dinero a partir de una tarea. Vivir es respirar, comer, por consiguiente: existir. Y sí, es verdad que, en este mundo, para eso tengo que trabajar. Pero esto no significa que tenga que dejar de expresarme. El trabajo que me espera es lograr que convivan las dos y esto no debería ser un pretexto para no comenzar con mi obra.



ree
Leandro cuelga la foto jamás reconocida. Salvo por Eugenia.

Para terminar y darle algo de sentido a esto que digo, cierro con una historia más que se desprende de aquel aparente viaje del terror. Eugenia, la compañera de Leandro, me sorprendió editando las fotos que había tomado en ese fatídico paseo por el bosque. Justo me vio seleccionando entre algunas opciones de esta foto que hoy di a llamar "Confluye". Ella quedó encantada mientras que para mí era una foto más. Desde entonces ella me prometió que ni bien se mudaran al departamento que estaban pagando, me la compraría. Eso pasó recién a finales de 2022, más de 3 años después. Las vueltas de la vida. Nunca publiqué esa foto, nunca supe reconocerla ni reconocer que a otra persona le dice mucho de sí misma. Con estas cosas me pongo a reflexionar cuan distraído puedo estar al ver mis disparos y lo poco que sé de mi propia obra.



ree
Constancia de que fue vendida una foto que jamás pensé que podría serlo, Como casi siempre pasa.


Espero ansioso sus aportes y sus experiencias. Si van a insultar, por favor que sea con respeto. Gracias por leer.






















Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page